El denominado street art ha ido ganando cada vez más importancia. En el pasado, y en varios lugares aún hoy, eran consideradas manifestaciones de carácter vandálico que atentaban contra la propiedad privada, ahora suelen ser percibidas como obras con un mérito estético propio.

Este tipo de arte continúa siendo algo relativamente nuevo y, por lo tanto, carece de una regulación específica

Por esta razón surgen interrogantes como: qué es lo que diferencia un grafiti de una obra que puede ser considerada como street art, o bien otros problemas que dicen relación con las facultades que tiene el propietario del soporte (el muro) y qué tipo de protección jurídica pueden tener estas obras.

La primera dificultad se encuentra en determinar qué es street art y qué no. En Chile, para que una obra pueda ser objeto de protección mediante la normativa de propiedad intelectual, es necesario que se trate de una creación original, y que ésta sea expresada. A diferencia de muchas otras legislaciones, la ley chilena no exige que esa expresión quede plasmada en un soporte, sin embargo la naturaleza misma del street art hace que estas creaciones necesiten uno. Trillando un poco más fino, algo que sin mucha discusión no entra en el concepto de “arte callejero” son los tags –firmas o signos que identifican a miembros de pandillas–

El problema es que existe una zona gris entre el simple tag y una obra de street art. Al final del día corresponderá al juez determinar si la obra cumple con el requisito de la originalidad. Asimismo, el que la obra sea una creación original no basta para su protección.

Es necesario que el dueño del soporte autorice al artista a que use su pared

Sin esta autorización el propietario del lugar puede perfectamente destruir la obra.

Suponiendo que la obra se realiza con la autorización del dueño del soporte, pueden surgir otros problemas, específicamente relativos a la reproducción de la obra. El hecho de que la obra se encuentre en un lugar público no significa que pueda ser reproducida libremente. Un caso de reproducción ilegal ocurrió en el estado de Florida, en el que la empresa de vestuario American Eagle usó reproducciones de los murales del artista callejero David Anasagasti, conocido como AholSniffsGlue. La compañía usó su obra como fondo para una de sus campañas, la que fue exhibida en el sitio web, avisos publicitarios y en tiendas de la compañía en distintos países. Luego de la disputa legal, las partes llegaron a un acuerdo cuyas condiciones quedaron en privado, por lo que finalmente el tribunal no se pronunció sobre el fondo del asunto.

Sin embargo lo que subyace a todo esto es que no es posible lucrar haciendo uso de una obra ajena sin la autorización del artista. Además la compañía tenía formas de contactarlo, ya que éste no escondió su identidad.

¿Qué puede suceder respecto a obras de street art en las que no se sabe quién es el autor? En relación a esto, en Reino Unido ocurrió un caso en el que una obra atribuida a Banksy ), conocida como Slave Labour (Bunting Boy), fue literalmente sacada del muro del edificio londinense en el que estaba. Días después apareció en una casa de subastas en Miami, Florida, con un precio que rondaba entre los $500.000 y $700.000 dólares. La casa de subasta se negó a impedir su venta señalando que solo lo haría si alguien probaba que lo que estaban haciendo era ilegal. De esta forma el que obras aparezcan como anónimas dificultan su protección, dado que no se conoce al autor para solicitar las respectivas autorizaciones, y éste tampoco se dará a conocer para evitar ser sancionado en lugares que aún prohíben el street art.